El ornamento conecta, de igual forma, con el universo femenino decimonónico en el que el cocer y el bordar eran asociados con las labores propias del universo femenino. Este hacer de las mujeres se llevó a cabo en el espacio privado, el espacio doméstico, un espacio que no fue reconocido y apreciado lo suficiente como si se hizo con el espacio público y la actividad masculina relacionada con él.

 

 

 

La obra de Luz Helena Caballero reivindica un lugar para el hacer que además nos conecta con movimientos como el Pattern and Decoration, conocido como P&D y que se desarrolló con fuerza en los Estados Unidos en los años setenta del siglo veinte. En este, hombres y mujeres reivindicaron para sí el hacer ligado con el ornamento, con la manualidad, con el oficio. Buscaron inspiración en los grandes pintores como Klimt, Gauguin y Matisse, así como en los diseños y patrones presentes en el arte de las culturas precolombinas, de la india, marroquí, diseños de nativos americanos, arte céltico, etc.

 

 

 

La función dominadora del ornamento afirma igualmente su contundencia en tanto elemento plástico independiente en la obra de la artista. Esta contundencia le permite crear una nueva concepción del espacio pictórico en el que el plano bidimensional es enriquecido con la inclusión de diversos formatos. El rompimiento de los convencionalismos permite entender las obras en su unidad o en relación con series que proponen al espectador una lectura enriquecida y dinámica de las piezas.

 

 

 

Curador:

Carlos A. García Galvis